Por Patricia Segovia T.
Para estar a tono, me permito sugerirles escuchar la canción “Alguien como tú” interpretada por Ángela Carrasco.
Cada vez que Liliana escucha la canción “Alguien como tú”, interpretada por Angela Carrasco, sonríe nostálgicamente. Le recuerda un fragmento de su vida.
Tenía alrededor de 25 años. Constantemente la mandaban de viaje a revisar los movimientos contables de las 20 sucursales de la empresa en la que laboraba, ubicadas en las capitales del mismo número de Estados del país. En esa ocasión, le tocó ir a Monterrey. Con dos décadas y medía encima, largas piernas, un cuerpo tonificado por las pesas y el Tae Won Do, además de ser de una estatura un poco más que la de las mujeres promedio, llamaba la atención, aunque ella no lo pensaba así. Se asumía como poco agraciada. Sabía que en “La sultana del norte” los “regios” amaban tanto a los “chilangos” como a un dolor de muelas a las tres de la mañana, por ello se esmeró en su arreglo y su vestuario. Portaba el mejor vestido que había en su closet, el cual tenía diferentes tonos de morado y cuyo diseño, acentuaba sus caderas.
Como el trabajo era con muy poco tiempo para realizarse, mientras esperaba en el aeropuerto, revisaba una cantidad de papeles, qué en determinado momento, cayeron al piso. Un pasajero, le ayudó a recogerlos. Ella le agradeció, sin apenas mirarlo.
Ya arriba en el avión, el amable joven que le ayudó, Esteban, estaba en su misma fila, pero en el pasillo mientras Lili, ocupaba el asiento de la ventanilla. En cierto momento, Esteban le hizo plática, preguntándole si a ella se le habían caído los documentos en la sala de espera. Continuaron con la charla, lo que, prácticamente, obligó al señor que iba en medio, a ofrecer intercambiar el lugar, algo que ambos, agradecieron mucho. Así, hablando de un sin fin de cosas, transcurrió el vuelo. Al llegar a Monterrey, Lili preguntó a Esteban, donde se iba a hospedar. Él había llegado sin reservación, lo cual era un gran problema. No tener habitación apartada en esa ciudad, era un gran error.
Lili le ofreció hacer una pequeña trampa y argumentar que ella había hecho la reservación para dos. Llegaron a la hospedería. La reserva para Liliana, estaba, pero para Esteban, obvio no. Como una gran actriz, Liliana, argumentó, dio un número de apartado, insistió. Llegó el gerente y finalmente consiguió el espacio para un agradecido Esteban, quien la invitó a cenar.
El hotel era nuevo, muy moderno. La complicación de obtener un lugar para dormir en esa ciudad, le había servido a Lili, para obtener un cuarto. Las otras opciones eran el “Ancira” y el “Ambassador”, muy por encima del presupuesto que daba la empresa o de plano “uno de paso”, algo inaceptable.
Llegó la hora de la cena. Esteban era de lo más gentil, caballeroso, atento. Pidió una botella de vino, e insistió que ella lo catara. Si le hubieran servido un jugo de uva, Lili, lo habría aprobado. Sabía tanto de vinos, como de prácticamente, cualquier cosa en la vida, casi nada.
Pasaron un tiempo delicioso. Una plática amena, imparable. Llego la hora de la cuenta. Lili insistió en pagar el importe de lo que había consumido. “Tengo viáticos” argumentó, pero Esteban, no lo consideró siquiera. Al calor de las copas, ella le soltó “No hay manera de que quieras cobrar en especie”. Liliana estaba esperanzada a que Roberto, su amigo, su amor secreto, por fin se animara a declararse y pensar en alguien más, era como traicionarlo. (“Porque yo en el amor, soy una idiota” Si, con esa canción, se identifica) Ya casi despidiéndose, se escuchó la melodía de moda “Alguien como tú”, interpretada espléndidamente por el grupo que amenizaba el lugar.
Liliana llegó a su habitación. Aproximadamente 10 o 15 minutos después, tocaron a su puerta. Miró por el ojillo y vio a Esteban. Ella no hizo ruido, solo se reía en silencio de que, el guapo caballero, pretendiera “cobrar” la cena.
En algún momento habían intercambiado sus números de teléfono. El la buscó una semana después, pero ella estaba agripada y el sentimiento por Roberto, le impidió el acceder a verlo de nuevo. Jamás la volvió a buscar.
El idilio con Roberto, se dio y fue uno de los dolores más intensos en su vida, pero esa, como de costumbre, es otra historia.
Ahora, muchos años después, al escuchar “Alguien como tú”, se pregunta si debería haber abierto su habitación esa noche ¿Qué habría pasado? Por el momento y desde entonces, solo quedó el recuerdo de un momento en que se sintió, valorada, deseada, interesante, bonita y eso, siempre será algo muy bello, que muchos años después, sigue guardado en su mente.