El Hombre más triste de Las Lechugas

Primera Parte

Por Marco Antonio Mondragón Díaz

 

*Notas

Felipe, Jovita, Camila, Manuel, Jacinto, Alfonsina y “Capitán” son personajes reales, su desgracia también.

Los nombres fueron cambiados.

La paja literaria es producto de la imaginación del autor

 

Las Lechugas, es un pequeño pueblo costero, allí, pegado al inmenso Océano Pacífico, en la Costa Chica de Guerrero.?En ese caserío, no hay un lugar al que no llegue el susurro de las olas y la suave brisa marina. La vida transcurre fácil, diáfana, como el agua del mar.

La pesca en la laguna del Tecomate, es tarea cotidiana de los habitantes de Las Lechugas.

Se vive de la pesca del mar y de lo que le alcanzan a quitar a la laguna del Tecomate, y también, en abundancia, de lo que da la fértil tierra, sin que tengan que hostigarla con barbechos de azadón o herir su piel con surcos del arado, porque plátanos, papayas, maíz, cocos, son frutos que obsequia la Madre Tierra, amorosa y condescendiente a sus hijos de Las Lechugas, ahí, al alcance de la mano.

En Las Lechugas, la tierra te da los frutos al alcance de la mano.

Un pequeño edén terrenal, tan pequeño que, la alegría de una familia, hace bailar al pueblo entero, pero cuando les llega la de malas a cualquiera de ellos, lloran todos juntos su desgracia.

Felipe, uno más de los escasos 600 habitantes, apenas el jueves pasado por la mañana, disfrutaba de la vida, de su trabajo y de su familia, ya recuperados y resignados a la voluntad de Dios por la muerte, hace dos meses de la tía Alfonsina, hermana mayor de su mamá, quien murió sin recordar nada, ni el nombre de sus hijos, nietos, ni el suyo propio. “Quien así muere, sin recordar la vida, sus amores, dolores, placeres y pecados, no sufre ni tiene cargos de conciencia”, decía, “por que si ya se le olvidó la querencia de la vida, no le temerá a la muerte” filosofaba.

Felipe, aunque siempre alegre y de buen humor, últimamente algo lo tenía inquieto. Demasiada tranquilidad, “no era bueno, algo malo presagia”, se decía. Estaba preocupado, pero no, no eran las preocupaciones normales del día. La pesca, aunque escasa en éste tiempo, era suficiente para entregarle su pedido a don Filemón, que venía diario de Las Vigas a comprarle la pesca para su restaurante en la carretera. La semana anterior le había pedido dinero adelantado para comprarle medicinas a su mamá, que a sus 80 años, comenzaba a sentir los estragos del tiempo y de las resacas de la chinkungunya que apenas hace poco la tuvo muy enferma. Nadie le dijo que su hermana Alfonsina recién había fallecido, “para no hacerla sufrir innecesariamente y agravar su estado” les recomendó el doctor.

Felipe y su hijo mayor Manuelito.

Desde muy joven, Felipe se había hecho cargo de sus tres hermanas y de su mamá. Su papá murió cuando él tenía apenas 12 años, buen tipo el hombre, fuerte, valiente, trabajador y enamorado.

Lo mataron, aquí cerquita, en la feria de San Marcos, si, ese lugar que tiene la fama de las mujeres bonitas, y pues quien lo iba a decir, que por una de ellas lo iban a matar. ?Un leve intercambio de palabras fue el preámbulo de la muerte.

Cuando de defender el honor se trata, los costeños de Guerrero son de pocas palabras?.–”¡Oiga amigo, ¿¡por que se le queda mirando a mi vieja!? ¿qué, la conoce o qué?”?.–”No amigo, no la conozco. Además la vista es muy natural”?La leve ventaja del que se siente ofendido y agrede, es suficiente para que el agredido, apenas alcance a defenderse. Para cuando su papá, lograba asestarle un tajo a su agresor, a Felipe, así se llamaba también, ya le comenzaba a brotar la sangre a borbollones de dos machetazos recibidos, uno en el brazo izquierdo que utilizó de escudo al primer golpe y otro de revés, el mortal, en el cuello. Felipe murió ahí mismo. Al día siguiente, la mujer que por su belleza había causado la pelea, también se quedaba viuda.

Con el tiempo y los consejos de su madre, Felipe se hizo hombre de bien, porque además ¿qué maldad, por muy pequeña que ésta sea, puede caber en un pueblo tan chico? La maldad, es grande, orgullosa y soberbia, carcome el corazón donde se anida; el amor, por el contrario, se amolda y humilde se acomoda en cualquier rincón.

Pronto se casó y tuvo tres hijos: Camila, “la chocoyota”, era su adoración, “¡barbera la chamaca!” decía con orgullo de padre; Jacinto algo rebelde, pero igualmente trabajador como él les había enseñado y Manuel el mayor, al que lo bautizaron con el mismo nombre del niño milagroso que está ahí adelantito en Boca del Río, porque, decía el médico de San Marcos que “el chamaco venía atravesado y con el cordón enredado en el cuello y su mujer, primeriza, podría tener problemas al parir y el niño nacer con deficiencias”, y le pidieron al Niño Manuelito les hiciera el milagro de que todo saliera bien y a cambio de eso, le pondrían su nombre y pues si, todo salió bien.

Camila la chocoyota.

Sus tres hijos, su esposa María, y su mamá, eran por los que “se fregaba el lomo trabajando”, “¡aaah y por mi perro el “Capitán”!” decía entre risotadas. El perro, que apenas hace dos años, siendo un cachorro le regaló don Filemón, era de raza indefinida, pero eso sí, era más grande que los demás perros del pueblo; animal noble y fiel que lo acompañaba a la pesca en la laguna, y que desde cachorro, se trepaba en la proa como dirigiendo la panga, por eso el nombre de “Capitán”.?Nunca, nadie vio en el pueblo a Felipe sin su perro que siempre lo acompañaba a cualquier lado que éste fuera.

—————————————-?Felipe toma poco, pero le gusta tocar la guitarra, por lo que seguido lo invitan los amigos para alegrar las tertulias y pues se echa sus copas de vez en cuando. Ese día jueves tomó más de lo acostumbrado, se sentía oprimido, inquieto. Sus amigos se lo hicieron notar y lo animaban a tomar para levantar el ánimo y seguir cantando. El tiempo pasó rápido y como al siguiente día tendrían que irse a la pesca decidieron retirarse a sus casas… ?“Felipe, ya estás algo tomado, ¿quieres que te llevemos a tu casa?”, le decían sus amigos ya cercana la madrugada. ?“¡No, claro que no, para eso tengo a mi “Capitán”!”. Contestó y diciendo eso se levantó buscando la salida.?“¡Ahí les dejo la guitarra, no sea que le de un chingadazo con lo alegre que ando!” alcanzó a decir a la salida

———————–?No bien había dormido dos horas, cuando Camila lo despertó a gritos y con gran llanto le exclamaba…”¡¡papááá, papaááá, la abuelaaa, la abuelaaa, algo tiene que no despierta!!”?Pronto se dieron cuenta de lo inevitable y secretamente esperado…Su madre había dejado de sufrir… estaba muerta.?Casi al instante se supo en todo el pueblo y desde temprano fueron a acompañarlo.?Las desgracias unen más a las familias que vive en armonía y la de Felipe no era la excepción. ?”Por eso me sentía inquieto”, pensaba, al mismo tiempo que contenía las lágrimas. No se podía dar el lujo de llorar delante de sus hijos y de su adorada Camila, que estaba desconsolada. No delante de ella, “ya habrá mucho tiempo para llorar a solas en el mar” decía, “mucho tiempo para llorarte madre mía”…se repetía constantemente apretando los dientes para distraer el torrente que quería brotar de sus ojos y aprisionar el alma que se le escapaba del pecho.

“ya habrá mucho tiempo para llorar a solas en el mar” decía, “mucho tiempo para llorarte madre mía”?————————————–

  • “Papá, el perro está muy raro”, le decía Manuel, “no quiere salir de abajo del ataúd de la abuela y no quiere comer”.
  • “Déjalo mijo, también está triste como nosotros, deja que cargue un poco de nuestra pena”.
  • “Si papá, pero a veces voltea a la puerta con los ojos desorbitados y gruñe muy feo”.
  • “Tanta gente lo ha de poner nervioso…”
  • “Está bien apá, como usted diga”.

 

CONTINUARA…