Jorge Laurel González
“La Quebrada es el sitio donde el mar y el cielo pactan con el hombre un desafío diario a la muerte. Ahí el valor se convierte en arte.”
Carlos Pellicer Cámara (1897 – 1977). Poeta y político mexicano.
En tiempos donde el rescate de la identidad cultural se vuelve no solo urgente, sino vital, la reciente excitativa presentada por el Senador Arturo Pérez Pérez en el Senado de la República, para que La Quebrada y su tradición de clavadistas sean inscritos como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO, es un acto que rebasa lo político para instalarse en el ámbito de lo esencial. Esta propuesta no solo honra una práctica de audacia y arte, sino que reivindica una memoria colectiva que ha dado al puerto de Acapulco parte importante de su carácter e identidad internacional. La Quebrada no es solamente una formación geológica impresionante, sino un escenario mítico. Desde 1934, hombres y mujeres valientes han convertido el salto al vacío en una manifestación sublime de disciplina, fe y belleza. En sus casi 90 años de historia como tradición formalizada, los clavadistas de La Quebrada no solo han conquistado los aplausos del turismo internacional, sino que han sembrado una herencia cultural que ha sido transmitida de generación en generación. El riesgo contenido en cada salto desde los 35 metros de altura es también una metáfora de lo que representa Acapulco: fuerza, resistencia, coraje y espectáculo. Como bien plantea la proposición presentada por el senador Pérez Pérez, esta tradición no sólo tiene un valor cultural incuestionable, sino que también sostiene parte de la economía local a través del turismo. Su inscripción como Patrimonio Intangible de la Humanidad no es solo justa: es necesaria para garantizar su preservación y darle al clavadista el reconocimiento que merece como portador de un legado vivo. En paralelo, el Ayuntamiento de Acapulco ha emitido una convocatoria para elegir al nuevo cronista de la ciudad. Esta figura, olvidada por años, representa otro ángulo desde donde fortalecer la identidad del puerto. Mientras los clavadistas narran su historia con el cuerpo, el cronista lo hace con la pluma, con la palabra. Acapulco necesita ambas narrativas: la que se grita desde el vuelo sobre el océano y la que se escribe desde el silencio del estudio.
Designar a un cronista oficial no debe ser visto como un mero trámite administrativo o simbólico. Es, en realidad, un acto de justicia con la historia de la ciudad. En tiempos donde la posverdad, las redes sociales y la inmediatez digital tienden a diluir los hechos y los matices del pasado, contar con una voz autorizada, rigurosa, culta y sensible que documente y conserve la memoria de Acapulco se vuelve una acción política de alto valor cultural. Existen grandes periodistas, hombres y mujeres, con grandes merecimientos para ejercer este cargo, aunque permítame querido lector, en este contexto, dar rienda suelta a mis afectos: si el Dr. Enrique Caballero Peraza decidiera participar en el proceso para convertirse en cronista de la ciudad, se posicionaría automáticamente como uno de los candidatos más fuertes y calificados para asumir el cargo. Su currículum vitae habla por sí mismo: médico, politólogo, escritor prolífico, editor, profesor, exlegislador y pensador multidisciplinario, Caballero Peraza ha dedicado su vida tanto al conocimiento como a la defensa de las causas culturales. Su formación en historia, filosofía política, ciencia y mitología lo convierte en una figura integral capaz de interpretar los procesos históricos desde una mirada rica y profunda?. Fue mi compañero durante el doctorado, su calidad como alumno era incuestionable, así como su entrega y amistad. Más aún, su compromiso con Acapulco no es retórico ni reciente. Nacido en esta tierra, conocedor de sus complejidades sociales y políticas, Caballero Peraza ha sido testigo, actor y analista de los grandes cambios de la ciudad. Además, su labor como escritor y académico le ha permitido desarrollar una sensibilidad narrativa y crítica, ideal para el oficio del cronista, ese que no sólo recoge los hechos, sino que los entreteje con las emociones y contradicciones de la época?. Llama la atención su reciente libro, que solo ha compartido con amigos: Historia de Acapulco. Así que ya es un cronista, sin cargo oficial, eso es definitivo. Acapulco, como La Quebrada, necesita ser comprendido y conservado. “Acapulco es uno de los puertos más pintorescos del mundo, rodeado de montañas escarpadas y con una bahía que se abre como un abanico de luz sobre el Pacífico.”
dejó escrito don Alexander von Humboldt. Y así como los clavadistas continúan desafiando la gravedad, necesitamos que las palabras y los registros desafíen el olvido. Convertir a La Quebrada y su tradición en Patrimonio de la Humanidad es elevar lo nuestro al nivel del mundo; nombrar a un cronista como el Dr. Enrique Caballero Peraza, si así lo permite su disponibilidad y voluntad, sería asegurar que esa historia se narre con verdad, belleza y sentido. El rescate del pasado no puede esperar. Y hoy, entre el rugido del mar y el vuelo de los cuerpos, Acapulco vuelve a tener voz. Que no se nos escape la oportunidad de escucharla y preservarla. Recordemos que solamente Juntos, Logramos Generar: Propuestas y Soluciones.
JLG