Jorge Laurel González
Mira, no podemos permitir que cientos de miles de estadounidenses mueran por culpa de las drogas que estos cárteles introducen. Son grupos extremadamente violentos y los vamos a considerar terroristas; y cuando lo hagamos, tendremos mayor poder para detenerlos.
Donald Trump. Presidente electo USA.
El año 2024 ha estado marcado por sucesos que han redefinido el panorama político y social a nivel global. Diferentes países han experimentado cambios en su liderazgo, se han suscitado nuevas tensiones internacionales y han surgido retos que obligan a los gobiernos a replantear sus estrategias en materia de seguridad, diplomacia y economía. Entre las noticias más impactantes destacan el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos con un discurso renovado y duro frente al tráfico de drogas proveniente de México, y el sorprendente derrocamiento de Bashar Al Assad en Siria tras más de una década de guerra civil. Estos hechos han desencadenado un efecto dominó en el ámbito internacional cuyas consecuencias apenas comenzamos a vislumbrar.
La reelección de Donald Trump en 2024 fue recibida con reacciones mixtas tanto dentro como fuera de Estados Unidos. Su regreso a la Casa Blanca representó para muchos un regreso a las políticas nacionalistas y de línea dura que caracterizaron su primer mandato (2017-2021). No obstante, para otros sectores, su triunfo fue un síntoma de hartazgo ante la compleja situación migratoria, el incremento en la violencia relacionada con el narcotráfico y la percepción de que la economía estadounidense requería un giro radical.
Uno de los puntos más controvertidos de su campaña —y que ha marcado sus primeros meses en el poder— fue la promesa de clasificar como terroristas a los cárteles de drogas mexicanos. Trump justificó esta medida al afirmar que la violencia asociada al narcotráfico ha cobrado miles de vidas, tanto en México como en Estados Unidos, y que el tráfico de fentanilo y otras drogas sintéticas representa una amenaza directa a la salud y seguridad de los ciudadanos estadounidenses. Al etiquetarlos como “organizaciones terroristas”, su administración asegura tener mayor respaldo legal para emprender acciones más agresivas, que van desde la cooperación obligatoria con las fuerzas de seguridad mexicanas hasta la posibilidad de intervenciones puntuales sin necesidad de la aprobación del gobierno de México.
Esta retórica ha tensado la relación bilateral entre Washington y Ciudad de México. Si bien las autoridades mexicanas han reconocido la gravedad de la problemática, consideran que la categorización de “terrorismo” es exagerada y sienta un precedente peligroso que podría justificar acciones unilaterales. Diversas organizaciones de la sociedad civil en ambos países temen que las acciones militares estadounidenses en territorio mexicano empeoren la situación de los derechos humanos y la violencia generalizada, pues no existe una estrategia clara de reconstrucción de instituciones ni de mejora en las condiciones sociales que alimentan el crecimiento de los cárteles. Mientras tanto, la sociedad estadounidense se mantiene dividida: hay quienes apoyan la política de mano dura de Trump, convencidos de que la seguridad nacional está en juego, y quienes denuncian lo que consideran un uso político del temor al narcotráfico para ganar adeptos. La polarización se ve reflejada en las redes sociales, los medios de comunicación y el Congreso, donde las discusiones sobre presupuestos destinados a la frontera y planes de cooperación multilateral se han vuelto especialmente álgidas.
La otra gran noticia que sacudió el tablero geopolítico en 2024 fue el derrocamiento del presidente sirio Bashar Al Assad, quien gobernó el país desde el año 2000, sucediendo a su padre Hafez Al Assad. El régimen de Assad enfrentó una cruenta guerra civil desde 2011, cuando surgieron protestas que clamaban por reformas democráticas y mayor apertura. La intervención de potencias extranjeras, grupos yihadistas y la brutal represión gubernamental prolongaron el conflicto, dejando un saldo devastador de muertes y desplazamientos masivos.
Después de una serie de reveses militares y la pérdida de apoyo crucial de algunos aliados regionales, el régimen de Assad se vio acorralado. La gota que derramó el vaso fue la creciente presión internacional tras la publicación de informes que confirmaban el uso reiterado de armas químicas y la violación sistemática de los derechos humanos. Finalmente, la oposición logró tomar Damasco con el respaldo de algunas facciones del ejército que desertaron en el último momento, provocando la huida del mandatario y el colapso de su gobierno.
Este hecho histórico ha abierto paso a una transición política incierta. La nueva coalición al frente del país enfrenta grandes desafíos: la reconstrucción de ciudades devastadas, la repatriación de millones de refugiados y la instauración de un sistema político incluyente que satisfaga las demandas de libertad y justicia social de la población. Naciones Unidas y otras potencias regionales han prometido apoyo financiero y asesoramiento para promover la reconciliación nacional, aunque existe el temor de que la inestabilidad política favorezca el surgimiento de nuevos grupos extremistas.
El triunfo de Trump y su amenaza de catalogar a los cárteles de la droga mexicanos como terroristas, así como la caída de Bashar Al Assad en Siria, son hechos que sin duda remodelarán el orden internacional en los próximos años. Ambos acontecimientos reflejan el descontento de sociedades que exigen seguridad, cambios políticos y una mayor responsabilidad de sus gobernantes. Sin embargo, también ponen de relieve la fragilidad de las instituciones, el peso de los intereses geopolíticos y los riesgos de adoptar soluciones unilaterales o represivas.
El resto de 2024 y los años siguientes estarán marcados por las negociaciones diplomáticas, la búsqueda de consensos y la necesidad de atender las secuelas sociales y económicas de las decisiones tomadas. Tanto Estados Unidos como la comunidad internacional miran hacia un futuro en el que la cooperación y el respeto a los derechos humanos sean la base para resolver conflictos y superar los retos más urgentes. Solo el tiempo dirá si estas promesas se verán cumplidas o si, por el contrario, el año 2024 pasará a la historia como una etapa marcada por la división y el surgimiento de nuevas tensiones a escala global.
Recordemos que solamente Juntos, Logramos Generar: Propuestas y Soluciones. Les deseamos un exitoso año 2025 y mis mejores deseos para estas fiestas de fin de año.