Por Patricia Segovia
Sé que me acompañas desde el instante en que abrí los ojos a la vida.
Has intentado en varias ocasiones el llevarme. La primera cuando por berrinche crucé la calle de forma irresponsable, pero ¿Realmente se le puede pedir responsabilidad a una niña de seis años? ¡Cuán decepcionada te has de haber sentido al no lograr tu objetivo, debido al conductor de camión que frenó muy a tiempo gracias a sus excelentes reflejos!
Recuerdo también, al salir de una curva pronunciada en la Costa chica, en que, por miedo a un asalto, manejé a exceso de velocidad una tarde noche, e hice que mi auto invadiera, momentáneamente, el carril contrario, para salir justo a tiempo de no chocar de frente con una camioneta de carga. Tampoco puedo obviar esas dos ocasiones cuando el mar intentó ser tu cómplice. Una en playa “Angosta” y otra en “Revolcadero”. La mirada de terror de mi hermano cuando una ola, parecía tragarme, está en mi mente. Esos ojos que no volveré a ver, porque a Él, sí conseguiste, poco tiempo después, llevártelo, sin aviso, de repente, de forma muy sorpresiva, cruel, inesperada.
Estamos a punto de que sea tu “día”, pero no te sientas tan especial, porque en realidad, no lo es. El 2 de noviembre es la fecha en que queremos sentir cerca a quienes te has llevado. A los que extrañamos y amamos, no importando que ya no los podamos tocar, que su voz solo esté en nuestra mente. Ese día que manifestamos la necesidad de otro abrazo, de otro beso, de una caricia, de una sonrisa e imaginar que estamos compartiendo un momento especial a través de lo que es algo casi sagrado en todas las culturas; el momento de disfrutar los alimentos y si son nuestros favoritos, pues mejor.
Personalmente, te consideraba un castigo. En ocasiones te he invocado para que te lleves a quien considero es dañino para la existencia de algunos seres vivos, pero eres totalmente autónoma y no atiendes a peticiones o ruegos.
Digo que te consideraba castigo, pero realmente, solo haces un trabajo muy cruel: dejarnos, sin personas muy amadas.
Ya creo que hay algo peor que tú y son las compañeras nefastas de esa que tiene un sentido del humor espantoso, la conocida como “vida”. Estas son: la enfermedad, la incapacidad mental y/o motora. La transformación de un ser vibrante, en algo que nadie desea ser.
A medida que tomo conciencia de que el día de irnos juntas, está más cerca, te voy perdiendo el miedo. Si es cierto que hay un lugar dónde voy a ver a los que me has arrancado y por ello, causaste tantas heridas a mi corazón, deseo sea un encuentro muy feliz y hasta me emociona imaginarlo. Si no es así y aquí termina todo, estoy aprendiendo a no sentirme culpable de todo, a ser yo, a dejar huella, a crear recuerdos, a pagar todas mis facturas.
Ahora es cuando tengo más metas, más proyectos, más ganas de decir “te quiero”, de abrazar, de besar, de disfrutar la música, la comida, a los amigos, a la familia, las fiestas, los atardeceres, el arte, en sí, todo lo bueno que tiene eso llamado vida, la cual cada vez es más corta.
Ahora quiero verte como aliada, ya que tienes en tus manos, los pedazos de mi corazón, sin los cuales, creí que no podía sobrevivir.
Espero te tardes en llegar a mí, pero si llego a no ser yo, lo que era, a perder mi esencia, por favor, no prolongues tu arribo.
Mientras, sé que seguirás haciendo lo tuyo y yo, lo mío.