Por Patricia Segovia
Lunes 11 de noviembre de 2024. Según los metafísicos, chamanes, videntes, y demás “especialistas” en lo esotérico, esta fecha es mágica y se debía decretar que todo saldría bien en nuestras vidas y se extendería hasta 2025.
Poco después de las once de la mañana, hora mágica también, me llamó mi amiga “Rochy”, para que la acompañara a las cinco de la tarde al aeropuerto a recoger a su amiga “Betty” que venía de Laredo, a pasar unos días.
Le comenté “está bloqueado a la altura de la Diana, pero supongo qué, para esa hora, ya estará libre la vialidad”.
Pasé por ella y a la altura de “Galerías Acapulco”, nos desvían porque seguía el bloqueo. La única opción, pensé es irnos por el “Maxitunel” y tomar “Cayaco-Puerto Marquez”.
Llegando a “Las Cruces” el tráfico vehicular era extremadamente intenso. El carril del lado derecho, prácticamente inutilizado por autos estacionados, dobles filas en algunos tramos, basura, escombro, y las camionetas del transporte público parándose donde quieren, circulando peligrosamente cerca y se te cierran en todo momento.
Pero el camino, es algo especial. Hoyos, deterioro de casi toda la carpeta asfáltica y lodo. A causa de este, el lodo, estuve a punto de atropellar a una señora que lentamente, muy lentamente se cruzó la avenida. Frené con todo, pero el auto derrapó y quedé a centímetros de pasar sobre de ella. El susto, la tensión que me provocó este incidente, hace que mi cuerpo duela al momento de escribir estas palabras. Mi admiración a todos los que tienen que circular por esa espantosa vialidad.
Por fin, llegamos al aeropuerto.
Todo iba bien hasta que, aproximadamente a las siete de la tarde-noche, iniciamos el recorrido por la “Escénica”. Oscura, con derrumbes, con señalamientos de plástico color naranja. La oscuridad y pésimo estado del pavimento, así como “las obras” la convierten en algo muy peligroso para circular. Betty, venía muy asustada, solo atinaba a decir “¡Que oscuro”! “¡Que mal está el camino!” “¡Nunca había visto así esta parte de Acapulco!” El superlativo fue un letrero que anunciaba “Termina tramo en reparación”, pero escasos metros adelante, otra vez los “adornitos” naranjas. Nuestra visitante casi suelta una carcajada, la cual no sé si era burla, o realmente le pareció cómico.
Llegamos a “Costa Azul” a los tacos de “El tío Pepe” Un par de cervezas, unos tuétanos, plática, nos relajaron ya que significaban lo único bueno de las últimas horas. No teníamos idea de si seguía secuestrada la “Costera”, pero seguimos por la “Vieja”. Casi a mitad de camino, comienza la fila de autos. Pasamos más de una hora en un tramo que lleva cuando mucho, 10 minutos en transitar. Betty, cansada, fastidiada preguntaba “¿Qué pasa?” “¿Dónde están las autoridades?” En todas las calles que transitamos, ¡Todas! No había una buena. Baches, obras interminables, inconclusas. Me vi una forzada a meterme en sentido contrario en una
No entiendo a los bloqueadores. Votaron por los gobiernos que tienen, que tenemos. Es lo que deseaban, del cual por cierto, ninguno de sus integrantes, de todos los niveles involucrados, propusieron y menos autorizaron presupuesto para la evidente y muy necesaria reconstrucción de Acapulco.
Cinco horas después, dejé a mi amiga en su casa junto con nuestra visitante a quien no culparía si no “Habla bien de Acapulco” Ah y eso que no le tocó la falta de agua. “Rochy” ya compró dos pipas.
Algunos amigos me han manifestado su deseo de venir a Acapulco este fin de año. ¿Cómo los motivo a venir si yo misma deseo huir? ¿Cómo les digo que el transporte público es una vergüenza, que la falta de agua es constante, las calles están destrozadas, no hay autoridad, o que no vayan a “Barra vieja” porque la “Escenica” es un oscuro peligro? Y eso que Betty no vio el “Parque Papagayo”. La oscuridad, abandono, desinterés que luce, es deprimente.
Volviendo a los extorsionadores, perdón, bloqueadores, terminaron su acto criminal el martes a eso del medio día. ¿Alguien cree que no lo volverán a hacer para sacar dinero fácil?
Todos en Acapulco, tenemos de que quejarnos, la mayoría la está pasando, no mal, muy mal. Hay días que no tenemos ni idea de como lo libramos, pero no es nuestra vocación, pisar a los demás, por nuestros “legítimos derechos”
Puedo hablar bien de Acapulco. Es un lugar hermoso, generoso, cálido, vivo, maravilloso, pero no puedo hacerlo de muchos de sus habitantes y menos aún de sus “¿autoridades gobernantes?”
¿Cómo invito a mi familia y amigos a venir, a pasarla “bien”? ¿Cómo le hago eso a un amigo? Bueno, tal vez a un enemigo
Señores chamanes, son un fraude. No la pasé bien el 11 del 11. Casi me sentí tras las rejas. o ¿Me van a decir que fue tan bueno ese día que “la libre”?
La constante en redes fue “No salgan” Esa es la triste realidad. La ciudadanía está callada, escondida, inerte, pisada, humillada, lastimada, estoicamente aguantando los abusos de todos los que quieran lastimarla. A eso nos hemos reducido. “¡Qué triste tristeza!”