Aleida Alarcón
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Hablar de desaparición forzada de personas es pensar en la línea del tiempo cuando se vive en un estado de desigualdad histórica, de injusticias frente a la protesta y manifestación de ideas contrarias al sistema, de revueltas durante la guerra y en las batallas para defender las ideas en el México antiguo.
Ésta, identificada por la violación a los derechos humanos y la negación de la autoridad son los principales componentes que tildan este hecho como delito de reconocimiento internacional al privar de la libertad y negar el paradero de una persona. Es ahí, donde las familias se vuelven víctimas y comienza una tortura emocional.
En el estado de Guerrero, la desaparición forzada es histórica; donde estudiantes, campesinos y lideres que promovían la libertad, justicia e igualdad fueron víctimas de este atroz acontecimiento, en muchos casos, son décadas que aún no se reconoce a pesar de las pruebas y condiciones que confirman estos delitos efectuados por los gobiernos.
Hoy nuestra realidad frente a la violencia es otra, la presencia de la violencia criminal mermó la condicionante de concebir la desaparición forzada vista desde el ejercicio del Estado, existen vínculos entre instituciones y grupos de violencia criminal que efectúan estas desapariciones por esa multifactorialidad que le caracteriza en su operación al negocio de lo ilegal.
Se continúa la espera de respuestas de familiares desde los años 70´s al menos en el estado de Guerrero, en las costas y en el centro de la entidad y las víctimas al recorrer el tiempo aumentaron, pero aquí lo más grave es cuando la autoridad niega los datos y la estadística, la narrativa del decrecimiento sobre este delito enfocado por el crimen organizado no alivia la percepción de familias que siguen buscando a su familiar.
México nuevamente en la vista internacional por otro evento de genocidio, las protestas se hicieron presentes en el territorio nacional y el duelo reactivado puso en la mesa periodística el tema de Jalisco como una muestra más de la vinculación de instituciones y los grupos de ilegalidad, centrémonos en las víctimas, porque en Guerrero existen desde los años 60´s sin exagerar, y salta la pregunta ahora ¿existió reparación del daño de esas familias?, ¿se lleva una acompañamiento en el trato psicológico de las familias de las víctimas?, ¿existen condiciones de dialogo con los colectivos de este presente?
Enfocarse hoy en las familias de las víctimas, también es tarea pendiente, porque la desaparición marca no solo a los que pierden un familiar, si no a la sociedad entera cuando se ve abrazada de ese dolor que miles de familias siguen reclamando el paradero de sus hijos, hermanos, padres; madres, hermanas, hijas y más…
El caso de los 43 es un tema que el mismo Gobierno no quiso aclarar y se tuvo la oportunidad de mostrar disposición política y no existió, estos temas en Guerrero continúan vigentes y viciados, pero los otros… los que nadie quiere aclarar por miedo y por la vinculación son los que hacen de los territorios, regiones de duelo y de búsqueda, de lucha y de esperanza de conformarse con un, “por lo menos, saber dónde quedó”…